Rebanadas
de Realidad
- España, 24/04/06.-
A
veces al que escribe le cuesta trabajo decir lo que tiene que decir. Las palabras
muerden por dentro y el eco de las ideas presentidas hace daño en los repliegues
del alma. La solución es sencilla: callar. Pero la palabra abortada también escuece
y uno termina andando por el mundo con el olor fétido de un silencio cómplice.
No es fácil hablar ni callar. ETA
ha decidido dejar de matar. La historia registrará el veintidós de marzo como
un suspiro gozoso de quien se libera de la muerte no ejerciéndola y de quien disfruta
la vida liberándose de ella. La certeza de la muerte vendrá de una curva fatal,
de un coágulo que olvidó su camino, del humo que pintó de grises los pulmones.
Pero no de un hermano atrincherado en la endogamia de un terrorismo absurdo. La
muerte se hace así fruto de cada uno. Se convierte en derecho del hombre y no
en imposición dictatorial y asesina. Los
terroristas -parece- desean la paz. Los amenazados -y lo hemos sido todos- podemos
pasear en adelante por la avenida ancha de la vida sin el miedo disimulado en
los adentros de la gabardina. Algunos -muchos- se quedaron por el camino y para
ellos cortamos cada día coronas de rosas rojas y lutos de jazmines en la memoria.
De entre todos los que fuimos víctimas, ellos permanecen empujando como nadie
la nueva aventura de la paz. Los
terroristas -en el sentido que todos entendemos- apuestan por un nuevo sendero
de conversión. Pero nace al parecer un nuevo estilo de terrorismo, etéreo pero
real, que consiste en dificultar la paz. Y aquí es donde la palabra duele y la
idea escuece en los sótanos de la conciencia. ¿Desean de verdad la paz los que
practican este nuevo estilo? ¿Quiénes son? La paz sólo puede ser fruto de una
convergencia política de todos. El que quiera arrimar el hombro que lo haga. El
que no empuje con fuerza, y se dedique, por el contrario a dificultar el camino,
que asuma claramente su situación y la proclame sin subterfugios. Todos sabemos
qué es ETA. También tenemos derecho a saber cómo se denominan estos interesados
en obstaculizar la paz. Que no identifiquen diálogo con entreguismo. Que no adjudiquen
pactos inexistentes, sino que los demuestren. Que no atribuyen certezas a lo que
sólo son falsedades conscientes. Que no se apropien de los muertos porque los
muertos son el desgarro de todos. Que no desorienten con equívocas afirmaciones
que no pasan de ser negaciones fundamentales. Que no utilicen el nombre de TODOS
lo españoles para obscurecer la luz que dolorosamente vamos pariendo TODOS los
españoles. Que no exijan explicaciones que nunca supieron dar cuando les correspondía
Que nadie confunda a la ciudadanía, ni siquiera a sus votantes, con ciertos dirigentes
políticos. Que nadie sea tan miserable como para arrastrar a su abismo el voto
depositado con júbilo democrático en unas elecciones. "En mi nombre no", fue el
slogan de algunas manifestaciones. Pues en mi nombre TAMPOCO. Y lo digo con la
voz ronca de gritar a favor de los trabajadores, de los oprimidos, contra las
guerras, contra las ocupaciones ilegales, contra las dictaduras, contra la muerte
ejercida por machos nunca humanos contra mujeres que se llevan una condecoración
de claveles. No
explorar todos los caminos sensibles de paz equivale a cegarlos. Necesitamos manos
limpias, con callos de honradez, con cicatrices de luchas ejercidas. Nos sobran
manos farisaicas hipotecadas en palanganas de pilatos cómplices. ¿Nos acordamos
de la cosecha de manos blancas cuando asesinaron a Tomás y Valiente? Manos abiertas
dispuestas a dar vida en un apretón. Manos entrelazadas como presagios del beso
fecundo. Los
que no tengan manos que ofrecer, por favor que se marginen. Que no exhiban sus
muñones, porque ni lástima engendran. No necesitamos manos sin capacidad de caricias,
porque todos, con nuestras palmas de indigentes, vamos pidiendo un poco de amor
para seguir viviendo. |